El CEDOCAM dedica el Intemporal de esta semana a la gran arpista Esmeralda Cervantes. Esta gran mujer nació en Barcelona el 28 de febrero de 1862 y murió en Santa Cruz de Tenerife el 12 de abril de 1926. Reproducimos a continuación un artículo sobre su vida escrito por de J. Martí y Puig y publicado en Barcelona en 1883 en el periódico La Ilustración de la mujer*:
“La historia de esta preciosa niña, que ha recogido por todas partes aplausos, distinciones y simpatías no tributados hasta la fecha a ningún otro artista, da lugar a la siguiente pregunta: ¿Es suficiente la perfección en el arte musical para explicar la aureola de gloria que la rodea o han contribuido para su esplendor otros méritos de más notable valía?
Esmeralda Cervantes como artista ha llegado indudablemente a ocupar uno de esos puntos culminantes reservados a los genios; del arpa pulsada por sus tiernas manos se desprenden torrentes de armonía que despiertan y fortifican los más nobles sentimientos de nuestro espíritu; así parece que de las cuerdas de su arpa quedan suspendidos nuestros corazones, avasallados por el poder irresistible de la música. Pero esto no sería bastante; la sola admiración que produce un artista no puede ser causa de la estimación y de los honores que todas las razas humanas y todas las clases sociales han concedido a la joven Esmeralda; para todo esto ha sido preciso que su talento de artista fuese la más insignificante, la más vulgar, digámoslo así, de sus perfecciones morales.
Esmeralda Cervantes no ha utilizado su genio musical para reunir montones de oro que fueran el premio material de su trabajo; ella se ha aprovechado de los regalos y de las ovaciones para repartir el bien a manos llenas; un título más honorífico es el de Ángel de la Caridad que le han concedido todos los pueblos por donde ha cruzado.
He aquí por qué nuestra artista ha conseguido lauros que en vano han solicitado los que con mayor o menor fortuna han cultivado las artes; sus continuas y espléndidas obras de caridad, su virtud y su talento la han hecho aparecer como rodeada de una aureola angelical y como a un ángel se la ha tratado en todas partes.
Clotilde Cerdá nació en Barcelona en el año 1862. Fueron sus padres D. Ildefonso Cerdá, ilustre ingeniero a quien debe Barcelona su hermoso ensanche, y D.ª Clotilde Bosch, en cuya familia se cuentan muchos hombres eminentes en la Ciencia, en la Banca y en la Política.
La educación de Clotilde, encargada a los profesores más distinguidos, principio en París y terminó en Viena. A los cuatro años de edad un frenólogo profetizó que la hermosa niña ocuparía un puesto muy elevado en el mundo del arte si se cultivaba debidamente su natural disposición a la música.
La primera vez que tocó en público fue el año 1873 durante la exposición de Viena. La comisión española cuyas instancias se debía celebrar en la iglesia de S. Miguel una misa de réquiem para bien del alma de nuestro inmortal Cervantes, la invitó a que tomara parte en aquella solemnidad religiosa y patriótica a la vez. De tal manera la encantadora Clotilde reveló en aquel acto su talento fenomenal, apenas concebible en una niña de 11 años, que al bajar del coro tuvo la satisfacción de escuchar entre las alabanzas y los plácemes del conmovido auditorio unas palabras de un joven príncipe que venían a ser la ratificación de aquella profecía hecha a su madre siete años atrás. Este príncipe (hoy S.M. D. Alfonso XII), que había asistido a la oración fúnebre sentado en uno de los últimos bancos del templo junto con su sabio mentor el Conde de Morphi, le estrechó la mano y le dijo: Niña, será V. un genio.
La reina D.ª Isabel II y el eminente escritor francés Mr. Víctor Hugo pusieron nombre artístico a la hermosa niña: por la reina se llama Cervantes para que una gloria española de la edad presente fuera unida a una gloria española de la edad pasada; por el poeta se llama Esmeralda en conmemoración del personaje más simpático de una de sus mejores producciones [Nuestra señora de París].
En Mayo de 1874 Esmeralda Cervantes fue llamada a Londres donde dejó oír los acordes de su arpa en el palacio de la Reina y en el del príncipe de Gales, habiendo sido nombrada arpista de las embajadas turcas.
A su regreso a París fueron innumerables las ovaciones de que se vio objeto la niña Esmeralda protegida por S.M. la reina Dª Isabel II y por la noble infanta Dª Isabel; todos los centros musicales y todos los salones de la alta sociedad se disputaban el honor de acogerla en su seno ya solo para admirar aquel portento de precocidad y de maestría, ya para utilizar sus méritos y su fama en multitud de obras de beneficencia.
Desde París la niña Esmeralda se trasladó a Barcelona, su ciudad natal, en donde se la recibió con un entusiasmo que rayaba en el delirio. La asociación de la Cruz Roja de esta ciudad la nombró socia de mérito, para lo cual su digno presidente el Excelentísimo Sr. D. Primo Bosch y Labrús le regaló la placa con los emblemas distintivos de dicha asociación. La sociedad coral Eteurpe y la dramática Latorre la nombraron asimismo socia de mérito y la obsequiaron con serenatas y regalos de coronas de oro y plata.
Pasó después a Madrid y bajo la protección de la Sra. Condesa de Montijo, a cuyo recuerdo hemos visto brotar lágrimas de gratitud de los ojos de Esmeralda, obtuvo una serie interminable de triunfos que se traducían en bailes, conciertos, reuniones y banquetes para agasajarla con toda la esplendidez de que la hacían digna sus méritos singulares.
Poco tiempo después Esmeralda Cervantes hizo su entrada en Lisboa por las puertas del real palacio y antes de darse a conocer directamente del público, ya contaba con el título de arpista de la Real Cámara de S.M. el rey D. Luis y había recibido valiosos obsequios de S.S.M.M.D. Fernando y su esposa la Condesa de Ella. En Portugal, en el país clásico de la galantería, no le escasearon las mismas entusiastas ovaciones que la acompañaban por todas partes.
Halagada por las infinitas muestras de cariño que había recibido en Europa y provista de cartas de recomendación de diferentes soberanos para S.M. el Emperador del Brasil, se decidió a emprender un viaje al Nuevo Mundo acompañada de su señora madre.
El Brasil fue para Esmeralda Cervantes un verdadero Edén. S.M. el emperador D. Pedro II, como S.M. el rey D. Luis de Portugal, la nombró arpista de su imperial cámara.
Las manifestaciones de agrado con que honraron los brasileños a la simpática Esmeralda cuando pudieron apreciar su talento musical son apenas imaginables.
Trasladose después Esmeralda a la República Oriental del Uruguay y allí después de haber dado innumerables conciertos para obras de beneficencia fue nombrada hija adoptiva de la República por su presidente D. Pedro Varela y su bella esposa doña Antonia le mandó el diploma sobre un rico almohadón en el que estaban bordadas las armas del Estado acompañando la dádiva con un rico aderezo de brillantes, zafiros y perlas, todo cubierto con un magnífico pañuelo de Bruselas. Las sociedades corales la nombraron su presidenta y todo el pueblo en general contribuyó con sus aplausos y sus muestras de cariño al triunfo de la eminente arpista. La sociedad coral llegó a cambiar su nombre por el de su nueva presidenta y muchas de las asociaciones benéficas, artísticas y científicas de la República la nombraron socia de mérito y en su beneficio todas le ofrecieron medallas de oro, alhajas y montañas de flores.
Esmeralda pasó después a Buenos Aires, en donde dio más de doce conciertos para los pobres y en donde excedieron también a toda ponderación los obsequios que se le tributaron. El presidente de Avellaneda y el general Mitre dieron en su honor suntuosos bailes y espléndidas recepciones.
En 1º de Enero de 1876 Esmeralda Cervantes cruzaba el estrecho de Magallanes con dirección al Pacífico y ocho días después llegaba a Valparaíso. No era su intención el permanecer en la República de Chile, en donde no se habían apagado todavía los odios motivados por la reciente guerra con España, más fueron tales las súplicas y las muestras de aprecio del pueblo chileno, que al fin accedió a dejar oír su arpa, pero solamente en conciertos para la beneficencia. Pasó dos meses en el palacio de los Sres. De Ramos, una de las familias más ricas y distinguidas de la ciudad. La hospitalidad que recibió Esmeralda en aquel palacio fue verdaderamente pródiga.
Bien podemos decir que Esmeralda Cervantes fue el primer lazo de unión entre Chile y España, pues en la comida que le dio el Presidente de la República, las bandas militares por primera vez después de la guerra tocaron aires españoles.
Viajando para Lima, a su paso por el Callao el pueblo la recibió con antorchas encendidas y luces de bengala y entre entusiastas y luces de bengala y entre entusiastas aplausos y aclamaciones la condujo en carretera descubierta hasta la estación de ferrocarril.
Deseosa Esmeralda de visitar a Quito embarcose para Guayaquil, mas el capitán del buque se opuso terminantemente a que pasajero alguno saltase en tierra por la fiebre amarilla que entonces había invadido esta última población.
Los periódicos de los Estados Unidos del Norte se ocuparon de Esmeralda considerándola como dotada de un poder mágico para arrancar del arpa sus divinas armonías, y en sus columnas bien podemos decir que se agotaron todos los calificativos de alabanza que puede inspirar el entusiasmo, y así se comprende la solicitud que aquella niña fue contratada para el congreso artístico de Filadelfia en donde con motivo de la Exposición Internacional se vieron reunidos los primeros artistas del viejo y del nuevo mundo.
Hallándose los emperadores del Brasil visitando la exposición quisieron organizar y presidir un beneficio para la joven artista, y cuando esta regresó a Nueva York se leía en grandes carteles el siguiente anuncio: Gran fiesta organizada en Gilmore Garden por orden de S.M. el emperador del Brasil para recompensar los méritos y virtudes de Esmeralda Cervantes, arpista de su imperial cámara.
Diez mil personas asistieron al concierto. S.M. la Emperatriz tenía a la niña en su palco y S.M. el emperador la conducía al escenario.
Desde Nueva York Esmeralda Cervantes regresó a La Habana, en donde era llamada con insistencia por nuestros compatriotas que deseaban contribuir con sus aplausos y simpatías a la celebridad de aquella niña feliz.
La situación aflictiva de la isla de Cuba, motivada por los desastres de la guerra separatista, indujo a Esmeralda Cervantes a no atender ni un solo momento a su proyecto particular; tanto en La Habana como en Santiago de Cuba, Manzanillo, Cienfuegos, Villaclara y Cárdenas sus conciertos todos fueron dedicados a un fin benéfico y los regalos que le hicieron en algunas partes representan simplemente espontáneas manifestaciones de gratitud que de ningún modo podía impedir ni rehusar la joven artista.
En todas estas poblaciones de la isla de Cuba su llegada constituía un notable acontecimiento; las principales familias salían a recibirla; comisiones de las diferentes sociedades la obsequiaban con serenatas y banquetes. Tantos agasajos, tantas flores y tanta ovación forman del paso de Esmeralda Cervantes por la isla de Cuba una verdadera carrera triunfal.
A su regreso a La Habana se había iniciado una suscripción encabezada por los generales Jovellar y Martínez Campos y el Excmo. Ayuntamiento para hacerle un valioso obsequio. Entre los regalos figuraba una medalla de oro con brillantes que pesaba 400 doblones, en la cual había la siguiente inscripción: La isla de Cuba a Clotilde Cerdá (Esmeralda Cervantes) en agradecimiento a los filantrópicos sentimientos demostrados a favor de los sostenedores de la integridad nacional de esta isla. Habana. Diciembre de 1877.
A principios del siguiente año embarcose para México, donde la artista continuó su triunfal carrera.
A su entrada en la capital de la República recibió la desagradable noticia de que el reo José María Tellez se encontraba en aquellos momentos en capilla.
Esmeralda Cervantes en uno de esos arranques de sublime decisión, propios de las almas grandes, se decidió a correr, acompañada de su madre, al Palacio del Presidente, para pedirle el perdón de aquel desgraciado que vanamente habían procurado algunas personas de valía sin conseguir alterar la firmeza del Presidente Porfirio Díaz.
Cuando Esmeralda salió del palacio, el pueblo la aclamó con grande entusiasmo, y aquel mismo día a las cuatro de la tarde recibía el perdón del reo, escrito de letra y puño del Presidente.
El día 21 de mayo abandonó Esmeralda el nuevo continente para regresar a Europa y recobrar su quebrantada salud.
Después de haber descansado en París durante un año, recibió una invitación para tomar parte en el último concierto que iba a dar en Roma el célebre pianista Franz Liszt. Gustosa accedió al llamamiento y cuando el eminente maestro hubo oído de Esmeralda Cervantes la gran fantasía de Oberón que le había sido dedicada por Parisk Alvars, dijo en presencia de más de tres mil personas:
La prima volta che sento l’arpa.
Después fue presentada a S.S. León XIII, el cual le dio su retrato al óleo y junto con él le concede su bendición a la hora de la muerte hasta la tercera generación.
Con motivo del centenario de Camoens en Lisboa accedió Esmeralda Cervantes a la invitación de la Sociedad Académica para tomar parte en los festejos. El describir los aplausos y las acendradas muestras de cariño que obtuvo nuestra Esmeralda la noche en que se celebró una velada artística dedicada a la memoria de Camoens, sería repetir lo mismo que tantas veces hemos dicho hablando de todas las solemnidades en que aquella tomó parte.
Accediento al ruego de S.S. M.M. los emperadores de Brasil que deseaban volver a tener a Esmeralda Cervantes en Río de Janeiro, visitó de paso las Islas Canarias, desembarcando en Tenerife en donde se continuó la interminable lista de sus triunfos y ovaciones.
De su reciente permanencia en el Brasil queda como una memoria imperecedera el nombre con que bautizó el puente que hoy une aquel imperio con la República Oriental del Uruguay. Ella, como madrina, puso al citado puente el nombre de Esmeralda Cervantes.
Hoy esta señorita privilegiada que ciñe en su frente la doble corona del genio y de la virtud, se encuentra de nuevo entre nosotros, pero mucho tememos que el ángel de la Caridad extienda nuevamente sus alas y emprenda nuevos rumbos, ganando con las celestiales armonías de su arpa y con los generosos impulsos de su corazón más aplausos y más bendiciones de los pueblos.”
*Biblioteca Virtual de Prensa Histórica